¿Cómo entender el cuerpo en la anorexia?
¿Que cuerpo es este cuerpo que se quiere SUPRIMIR?
Es el rechazo a este cuerpo quien lo transfigura, lo convierte en cruz.
La psiquis hace del cuerpo un no-cuerpo y lo transfigura en una metáfora. Concreta. La psiquis juega con la lógica de los cuatro elementos.
El cuerpo Es aire, cuando se descalcifica
Es ceniza que deja el fuego de las pasiones cuando se desvitaliza
Es sequedad que el agua despoja .
El cuerpo busca la tierra donde yacer.
El cuerpo es el no-cuerpo y viceversa .
A este cuerpo se agregará el quinto elemento ( la tecnología) quien lo lee y mide sin piedad, lo deja en anonimato estadístico en dato médico.
Hay una operación de disyunción que se inició en el estadio del espejo (cuando el imaginario aparece e en escena psíquica) y Mistral en la poesía “ La otra “la señala así en la extensión de esta operación disyuntiva en él:
Privilegio del "no cuerpo" está presente en "La Otra" de Lagar.
La dejé que muriese,[i]
robándole mi entraña.
robándole mi entraña.
se acabó como el águila
que no es alimentada.
que no es alimentada.
Anulando la corporeidad, ausentándose como materialidad, sublimando el cuerpo, se mata la pasión que nace de las ardientes entrañas. El símbolo del fuego vuelve a ser el elemento purificador:
Sosegó el aletazo,
se dobló lacia,
y me cayó a la mano
su pavesa acabada.
se dobló lacia,
y me cayó a la mano
su pavesa acabada.
El cuerpo que tienta el alma y lo tienta con fuego, con espacios infernales. Pero el alma desaloja el cuerpo ("robándole mi entraña") , lo abandona , para, enseguida, castigarlo con el fuego hasta reducirlo a cenizas ("pavesas"), hueso que aún se asoma a la vida.
Aparentemente en la poesía mistraliana opera la disyunción absoluta En "la flor del aire", aquella aventura con la poesía, o mejor dicho, en aquella arte poética, se termina por privilegiar la flor incorpórea, la descarnada, lo inmaterial: el aire.
La sublimación de las pasiones se consigue mediante la aniquilación de aquella que "nunca se refrescaba", de la ardiente que chamuscaba el mundo con su aliento, de la "otra", que en realidad es el cuerpo:
La dejé que muriese,
robándole mi entraña.
se acabó como el águila
que no es alimentada
robándole mi entraña.
se acabó como el águila
que no es alimentada
A estos ritos de transfiguraciones y conversiones se une el explícito rechazo del propio cuerpo:
Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas
de mi voz rota y mis rodillas rudas
Esta fealdad intrínseca del cuerpo puede transfigurarse sólo cuando interviene un sentido más allá de sí mismo. Una familia, la madre, el padre . Un “ para alguien” ,Solo allì se hace , se vuelve hermosa
Si tú me miras yo me vuelvo hermosa
como la hierba a la que mojó el rocío
como la hierba a la que mojó el rocío
¿Es acaso que la fealdad del cuerpo proviene de su impureza ’, ¿Esas pulsiones secretas que se pretenden satisfacer con el sexo o la agresión?.
Instinto feo durante la adolescencia que trae en la mujer la sangre obscura de la menstruación , el deseo sucio a veces incestuante , confuso, extraño animal que en su cueva se retuerce sin poder decir.
La clausura es propia del asceta, quien elimina las imágenes que produce el cuerpo tapiándolo, condenándolo a la mudez. Ya no se trata de la transfiguración del cuerpo , sino de acabar con el cuerpo, con sus pasiones, pesadillas, con su realidad. De condenarlo.
Si el cuerpo se concibe "bendito" porque es capaz de engendrar y alimentar otra vida, aquí se invierte la noción. La vida es absorbida por la muerte, triunfa "La Pálida" y esta victoria es calificada de "Bendita".
De aquí que la crítica ha podido decir que la Mistral, en este texto, se condena a "un estado penitencial” (3).
Pero la matriz, el seno, y su contrapartida o complementación, el falo, aparte de ser objetos reales e imaginarios son , mas importantemente , simbólicos. Ejercen de orden.
Hay un lenguaje del cuerpo que sólo la muerte puede callar. Por ello es que la Mistral bendice la muerte que sella y clausura la pasión erótica del amado:
Benditas ceras fuertes,
ceras heladas, ceras eternales
y duras de la muerte;
ceras heladas, ceras eternales
y duras de la muerte;
¡Duras ceras benditas,
ya no hay brasas de besos lujuriosos
ya no hay brasas de besos lujuriosos
Que os quiebren, que os desgasten, que os derritan!
La transfiguración, el fuego y el hielo son los elementos con los cuales el no-cuerpo, el alma, reprime, tortura y hace enmudecer el cuerpo. En esa transfiguración está la desnutrición, la emaciación voluntaria.
Pero la represión no puede ocultar la violencia, la exasperación del cuerpo, es decir, ella es incapaz de expulsarlo por completo. Antes de la clausura, el principio de placer ha realizado sus derechos. El cuerpo, aunque sometido a las más terribles penitencias sigue estando presente. Si enfermo más presente aun
El cuerpo, pese a la represión y la condena, incluso al horror que produce la impudicia envía sus símbolos perturbadores, hace presente sus desvaríos, duele el intestino, el estómago se retuerce. Se desvanece la alegría y el cansancio administra los músculos.
Hay poemas de la Mistral donde el cuerpo estalla de tanta represión , incluso se desmaterializa como lo hace la anorectica.
Otras veces aparece como un cuerpo robado , no ya una entrega voluntaria , sino mas cercana al abuso: "me lo robaron en día o en noche bien clara" (La ley del tesoro), que aunque presupone violencia externa, implica la dificultad o el no saber guardar el tesoro por parte del sujeto: "tener daga, tener lazo, por nada contara".
Tanto la entrega, como la pérdida (la memoria divina) o la expoliación del tesoro, colocan al sujeto en una situación conflictiva: huyendo de la autofagia corre el peligro, ahora, de ser devorado por lo reprimido, por el cuerpo (garganta, brazos, cuello) que emite sus imágenes.
Entre retención y disolución no queda otro camino que el de las sublimaciones:
Y lo perdí sin grito de agonía,
que vengo de una tierra
en donde el alma eterna no perdía
que vengo de una tierra
en donde el alma eterna no perdía
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